La luz encendida. La
altura de la silla perfectamente recalibrada al igual que el respaldo. La PC en
su sitio, encendida y con varios archivos abiertos. Un reflejo tristón de un otoño que va cediendo los pocos
verdes que aún quedan al frío de los atardeceres en los que el sol se apaga de
pronto. Es sábado 6 de junio. Es la previa al Día del Periodista. Merezco mi
homenaje.
¿Sería correcto escribir
sobre actualidad y opinión, sobre un sistema político que durante décadas nos
ha dejado aislados del mundo impidiéndonos el desarrollo de la educación, los
principios, la justicia, la responsabilidad en valores, la decencia, la dignidad,
la honestidad, la cultura del esfuerzo y el trabajo? ¿O mejor sería apuntar al desarrollo de un sistema de
mediocridad institucionalizado que en Argentina al menos, es en medio de lo que
hemos crecido en los últimos 75 años?
Eso creo yo, eso creen mis
hijos. Pero lo peor, es que mis abuelos y mis padres, que también pasaron por
las mismas, se murieron creyendo que nosotros
pondríamos punto final a tanta hecatombe y prostitución de valores. Pero no.
Tal vez en las vertiginosas vueltas de las comunicaciones en red, en la
resolución casi instantánea a problemas que “antes” se podían resolver en un
par de horas y que hoy solo demandan el solo milisegundo que representa apretar
una tecla que dice “ENTER”, en este “suponer” que nos estamos comunicando
fuimos dejando abandonados los esenciales principios que organizan la realidad
moral y espiritual de los seres humanos.
Y perdimos la capacidad de
oír, de ver, de sentir, de oler… hasta me animaría a decir de hablar. Y se
nota. Se nota más cuando en este medio vivimos precisamente del ver, del
interpretar, del libre pensar, de los principios, de la moral, de la
honestidad, de la verdad… del saber y poder escribir con ortografía clara y
contar con locuacidad justa.
El oficio de periodista quedó en su inmensa mayoría en teclados,
micrófonos y cámaras de quienes decidieron exponerse
priorizando lo que quedó reducido a un gran grupo de “decidores, contadores y explicadores de noticias. En donde el
interés se paga a tal punto de hacer sacrificar la primicia, el notón,
por un sobre enmascarando corrupción de dólares comprando un silencio o
escondiendo lisa y llanamente la amenaza solapada y cobarde.
Y justo es decirlo, no
todos somos así. Todavía queda una escuela que siguen aquellos que están
decididos a hacer Patria con la pluma y
la palabra. Prestigiar el derecho a expresarse, a informar, a decir la
verdad a cualquier precio para que los inmorales no sigan escondiéndose en una
sociedad que los cobija, paga y aplaude. Recuerde, las palabras que están en
juego hoy son “Prestigio y Dignidad”… y muchos vamos por ellas.
A todos ellos. A los que “les
quepa el sayo”: FELIZ DIA DEL PERIODISTA.
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