sábado, 17 de agosto de 2024

LA PRINCESA Y "EL GORDO"... Lo que pasaba en palacio - Parte II

Si bien ya tenemos muy en claro “las dotes” del Príncipe, todavía nos falta descubrir a nuestra ensoñadora Princesa. Quedó a la vista que lejos está de ser la dulce e ingenua niña de espíritu burbujeante. En nuestro primer capítulo se trata más bien de una  jovenzuela edulcorada, o sea, muy lejos de intentar dejar una impresión sensual cual miel de Reina, la podríamos identificar mucho más con el sabor metálico equivalente al dejo de la sangre corriendo por nuestra boca. Suena difícil de imaginar, lo sé, pero no me va a decir que nunca visitó un dentista…

Ella se enamoró de “las dotes”, no demos más vueltas. Le dejo absoluta libertad para imaginar lo primero que a usted se le ocurra. Dinero, joyas, poder, impunidad, viajes, nobleza, lujos… Puede agregarle también Los siete Pecados Capitales, que si a la luz de los acontecimientos pensamos que son siete yo creo que estaríamos batiendo record´s cuantificando pecados.

Fue Ella quien aceptó las reglas del juego del Príncipe. Y así fue como este personaje desalineado, vicioso y transgresor hizo cuanto más no pudo y más siempre en su afán desesperado por contener una libido efervescente que lo desbordaba de la misma manera que la espuma de sus cervezas en los convites de Palacio con cualquier plebeya. Porque debemos ser claros en esto. El Príncipe no hacía asco a nada y la jovenzuela lo aceptaba con el trueque consabido. De allí a analizar y valorar la violencia verbal y física, excede este relato periodístico por lo que es mejor dejarlo en manos de quienes supuestamente estarían dispuestos a cortarle la carrera al Príncipe, esto es, los “oidores de las Reales Cancillerías”. 

Ya queda muy en claro que nuestro Príncipe se creía un seductor nato. Claro que sin sus Poderes Reales, su cuasi timing seductor quedaba reducido a una absoluta “berretada”. Un clásico adulón con perfumes importados a quien si lo tomábamos de las manos olían a mandarina recién pelada.

Y todo este cuento comienza a tener muchos cómplices. Era evidente que el contubernio en palacio no se agotaba en nuestros dos protagonistas. Debía de haber un correlato de conductas semejantes para que toda esta historia fuese atrapante, de otra modo sería imposible. Y de entre tantos, nos vamos a limitar a mencionar tres actores relevantes por su protagonismo, influencia y promiscuidad. Lo precedentemente afirmado surge de muchas declaraciones y actitudes complacientes para con el propio Príncipe. Le recuerdo que estamos hablando de “El Gordo”.

Observe usted mi avezado lector que estos tres esbirros de mamarracho mantienen un denominador común. Obviamente para que esta historia tenga ribetes apasionantes no voy a develar implícitamente cuales son. Es más, voy a dejar que usted en su compleja mente pueda descubrirlos. Igual le voy a dar una ayuda. Se trata de imaginar algunas “cosillas” bien promiscuas. ¿Me va a decir que no lo voy orientando?

Comencemos por “El tonto de Capirote”, Axel Kicillof. Sin comprender de qué manera pudo ser re-elegido para gobernar las afueras del Palacio se destacó por haber dispuesto de sumas millonarias del Tesoro Real para la compra de miles y miles de Consoladores de Madera. Queda feo, lo sé. Es chocante… ¿qué quiere que le haga si los compró él? Los podríamos rebautizar como Estimuladores Sexuales… ¿le parece? Evidentemente el “energúmeno” siempre quiso congraciarse con el Príncipe y la idea de estos adminículos sedujeron el instinto de muchos. Para qué se utilizarían en palacio desconozco, pero le prometo investigarlo y en sucesivas entregas tratar de descubrirlo. Aunque entre nosotros no vamos a estar jugando adivinanzas.

Sigue la “Bufón”, Tolosa Paz. Esta mujer en un verdadero acto de honestidad y bruta sinceridad dijo al pueblo que escuchaba en la plaza central del Palacio el siguiente textual: “en el Palacio se garcha”. Para qué ahondar en conceptos más profundos sobre tan maravillosa afirmación.

Finalmente la “Ñangotada”, Gabriela Cerrutti. Era la vocera del Príncipe que en pleno ejercicio de sus funciones palaciegas se dedicaba a vender todo tipo de material erótico en sus redes sociales. Si bien no lo podemos chequear por ahora, entiendo que muchos regalos deben de haber llegado al Príncipe.

Bien. Si usted toma estos tres ejemplos, uno que compraba consoladores de madera, otra que decía que se “garchaba” y otra que vendía material erótico va a comenzar a entender el comienzo del hilo de esta trama.

Le dejo detalles para el próximo capítulo no sin antes recordarle que en ese estado de situación todos nosotros vivíamos cual plebeyos en Palacio.

Hasta la próxima.      

 

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